Quillota: “Soñar, crear y cuidar”: Sergio Galdames y los desafíos del liderazgo educativo en tiempos de cambio generacional
El Congreso REDQ 2025 —realizado en Quillota y organizado por el DAEM— fue un espacio de encuentro, reflexión y colaboración entre más de 800 docentes, directivos y representantes de la educación pública del territorio, durante sus tres jornadas.

El académico de la Universidad de Santiago fue uno de los encargados en abrir el reciente Congreso de Educación REDQ 2025 en Quillota con una potente exposición sobre liderazgo educativo, donde abordó la importancia de los equipos directivos, la dignificación docente y el impacto del recambio generacional en las escuelas. En esta conversación, profundiza sobre estos temas, comparte sus motivaciones personales y lanza una invitación a mirar las escuelas como espacios vivos, llenos de sueños por cuidar.
El Congreso REDQ 2025 —realizado en Quillota y organizado por el DAEM— fue un espacio de encuentro, reflexión y colaboración entre más de 800 docentes, directivos y representantes de la educación pública del territorio, durante sus tres jornadas. La ponencia inaugural estuvo a cargo del Dr. Sergio Galdames, académico del Departamento de Educación de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), quien presentó “Soñar, Crear y Cuidar: Horizontes Emergentes del Liderazgo Educativo”.
Galdames es licenciado en Psicología, Magíster en Liderazgo y Gestión Educativa y Doctor en Liderazgo Educativo. Ha sido consultor de políticas públicas, coordinador académico de programas de mejoramiento escolar y perfeccionamiento directivo, y actualmente se desempeña como docente de pre y posgrado en formación inicial y continua de profesores, con foco en liderazgo pedagógico, gestión escolar y cambio organizacional.
Es además investigador responsable del Proyecto Fondecyt 3220076, titulado “Explorando la influencia de la Retención Directiva en los procesos y resultados del mejoramiento escolar en escuelas básicas públicas”, y ha publicado diversos artículos académicos sobre liderazgo distribuido, culturas escolares, condiciones para la mejora sostenida y transiciones generacionales en equipos docentes. Su trabajo se sitúa en la intersección entre la investigación académica rigurosa y la colaboración práctica con escuelas y equipos directivos a lo largo del país.
En esta entrevista, posterior a su intervención, profundiza algunos de los temas abordados en su charla y reflexiona sobre el momento actual que viven las comunidades escolares.
¿Cómo vivió la experiencia de abrir este congreso, con un enfoque tan particular, desde las escuelas y con los docentes al centro?
Fue una experiencia muy valiosa, y sinceramente poco común. Normalmente, los congresos o encuentros educativos de esta envergadura son organizados desde arriba, universidades, ministerios o fundaciones, y los profesores asisten como invitados. Pero acá fue al revés. Se nota que esta instancia nace desde las escuelas, desde los equipos que están en terreno, y eso le da una fuerza muy especial.
Yo destacaba eso en mi presentación, han hecho algo muy potente, que es poner el acento en las y los docentes, en lo que están haciendo, en destacar las buenas prácticas, en celebrar a los colegas que ponen un esfuerzo extra. Eso no es solo una estrategia de mejora escolar; es también una forma concreta de reconocer la dignidad docente, de mostrar que el trabajo en la escuela tiene valor, que merece ser visibilizado y celebrado.
Usted dijo algo que llamó la atención: “siempre llego a estos espacios con un poco de inseguridad”. ¿Por qué lo mencionó?
Porque es real. En la academia trabajamos en constante colaboración con escuelas, con directivos, con profesores. Publicamos, asesoramos, proponemos, pero muchas veces no sabemos si lo que hacemos realmente está teniendo impacto o no.
Cuando me invitan a espacios como este, yo no vengo a enseñar ni a imponer ideas. Vengo a observar, a aprender, a escuchar, y también a revisarme. Por eso fue tan reconfortante ver a más de 200 personas conectando con lo que uno plantea, diciendo: “sí, esto nos sirve, esto nos hace sentido”. Eso es lo que a uno lo impulsa a seguir.
Uno de los temas más potentes de su exposición fue el cambio generacional en las escuelas. ¿Qué implicancias tiene eso hoy en la gestión educativa?
Tiene implicancias profundas. Por primera vez, las escuelas están recibiendo como docentes a personas de la generación Z, que durante años estuvieron en las aulas como estudiantes. Hoy están entrando a las salas de clases como profesionales, y eso transforma muchas dinámicas, expectativas, formas de relacionarse, prioridades.
El punto es que quienes dirigen las escuelas, quienes toman decisiones, no son parte de esa generación. Y eso puede generar brechas, incomprensiones, incluso conflictos. Pero también es una gran oportunidad para revisar nuestras prácticas, abrir espacios de diálogo intergeneracional y pensar formas nuevas de acompañar.
Yo he investigado este tema y publicado sobre él, porque creo que entender cómo se produce esta convivencia entre generaciones —y cómo se gestiona— es clave para cualquier proceso de mejora escolar. Todo lo que hablamos de calidad, de proyectos, de innovación, depende de las personas que lo hacen posible. Si no entendemos quiénes son esas personas, todo se tambalea.
¿Qué desafíos representa para los equipos directivos este recambio generacional?
Muchos. El liderazgo ya no puede pensarse como una función vertical o solo administrativa. Hoy requiere sensibilidad, escucha activa, adaptación. Un buen director o directora debe ser capaz de reconocer las motivaciones de cada docente, acompañar sus trayectorias y articular esas experiencias diversas hacia un propósito común.
La generación Z, por ejemplo, valora mucho el sentido del trabajo, la flexibilidad, la colaboración horizontal. Si no se considera eso en la gestión escolar, se corre el riesgo de desconexión, de fuga de talentos o simplemente de desgaste.
Además, la retención de los equipos es un tema central, si los docentes entran, pero no se quedan, todo proceso de mejora se interrumpe. Por eso mi proyecto Fondecyt actual está justamente enfocado en explorar la influencia de la retención directiva en el mejoramiento escolar.
Hacia el final de su presentación, hizo un llamado a “soñar, crear y cuidar”. ¿Qué significa ese tríptico para usted?
Es una síntesis de lo que creo que debería ser el espíritu del liderazgo educativo hoy.
Soñar, porque cada docente, cada directivo, entró a esta profesión con una idea, con un anhelo, con algo que quería cambiar o construir. No podemos olvidar esos sueños.
Crear, porque la educación es una práctica creativa. Enseñar, liderar, acompañar, todo eso implica invención, adaptación, respuestas singulares a contextos cambiantes.
Y cuidar, porque estamos trabajando con personas, con historias, con emociones. Cuidar es cuidar el oficio, pero también cuidar a quienes lo ejercen.
Las escuelas no son solo estructuras ni planes estratégicos. Son comunidades vivas. Y una comunidad viva necesita reconocer a cada persona, su historia, sus deseos. Parte del desafío del liderazgo es justamente articular los sueños individuales con el sueño colectivo, que cada uno sienta que su aporte tiene sentido y que vale la pena quedarse y construir desde ahí.
¿Qué mensaje final dejaría a quienes participaron de este congreso desde sus escuelas y territorios?
Primero, un reconocimiento. Lo que han hecho es admirable. Este congreso, nacido desde las bases, centrado en los docentes y en la colaboración, es un ejemplo de cómo se puede construir una educación pública robusta y con sentido.
Segundo, una invitación, no pierdan el impulso. La mejora educativa no es una receta ni una moda. Es un proceso largo, muchas veces silencioso, pero profundamente transformador cuando se hace en comunidad.
Y tercero, una certeza, la educación no mejora sin las personas que están dentro de ella. Todo lo que hagamos —desde la academia, desde las políticas, desde la escuela— debe partir desde ahí, desde el compromiso, la creatividad y la dignidad de quienes educan todos los días.