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Síndrome de Estocolmo: El origen y el sesgo de género que hubo del profesional a cargo del caso

Isabel Puga, psicóloga del Centro de Salud de la Universidad de Santiago, planteó que al negociador principal, el psiquiatra Nils Bejerot, le faltó bastante objetividad, "no fue capaz de ponerse en la mirada de los rehenes”.

Clark Olofsson se hizo famoso en 1973 tras ser uno de los dos responsables de secuestrar por seis días a tres mujeres y un hombre durante un intento de robo a un banco en Estocolmo. Este hecho inspiró la polémica teoría del “síndrome de Estocolmo”.

El suceso alcanzó gran repercusión debido a que los rehenes se comportaron, según las autoridades y medios de la época, de manera “extraña” con los atracadores. Cincuenta y dos años después, el nombre de Clark Olofsson volvió a la palestra.

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Esto debido a que se informó que el criminal sueco falleció este jueves a los 78 años en un hospital de Suecia, según revelaron los familiares a los medios suecos y que luego replicó EFE.

EL ORIGEN DE LA TEORÍA

Su nombre está ligado para siempre con el “Síndrome de Estocolmo”, pero fue el negociador principal, el psiquiatra Nils Bejerot, quien acuñó este concepto. Esto luego de que indicara al mundo que la causa de la conducta irracional de Kristin Ehnmark, una de las rehenes, se debía a un síndrome psiquiátrico al que llamó Norrmalmstorg.

“Dicen que uno puede congelarse del miedo y yo creo que mi mente se desconectó. Pavor indescriptible”, recordaba en ese momento Kristin, pero la gran mayoría se quedó con los dichos del profesional y nadie profundizó sobre su caso. Incluso la mujer, en su libro sobre el asedio al Kreditbanken, indicó que “no había amor o atracción física”.

De esta manera, nació el síndrome de Estocolmo, que indica que las víctimas de secuestro desarrollen afecto por sus captores, que adoptó el nombre de la ciudad, pero no de la plaza sueca.

Isabel Puga, psicóloga del Centro de Salud de la Universidad de Santiago, abordó esta teoría y de entrada indicó que “este caso, en general, es más conocido como síndrome de Estocolmo. A partir de ahí parte este famoso concepto”.

La profesional señaló que este síndrome es un término conocido en la cultura popular y en los medios, pero no es un diagnóstico clínico. “Más bien es un concepto que abarca una serie de situaciones y que describe una situación que es un mecanismo de afrontamiento y una respuesta de supervivencia en una situación de peligro y dependencia”, planteó.

De hecho, no existen criterios de diagnóstico ampliamente aceptados para identificar el síndrome, y no se encuentra en ninguno de los dos manuales psiquiátricos principales. Puga indicó que lo más cercano es el trauma de estrés postraumático, los trastornos de adaptación. “Todo lo que tenga que ver con el estrés agudo o crónico”, comentó.

Agregó que en la actualidad los profesionales abordan “el trauma complejo en estas situaciones de cautiverio en que están las personas. Otro punto son los mecanismos o tipos de afrontamiento de la situación, debido a que esa persona tiene un sentido de extrañeza consigo mismo, pero lo que se trabaja es que es una estrategia que surge que le asegura la supervivencia. Es la manera en que su mente reacciona ante el peligro”.

SESGO DE GÉNERO DEL PROFESIONAL

Con el paso de los años, se comenzó a cuestionar si el psiquiatra Nils Bejerot no se apresuró en su diagnóstico. El psicólogo Allan Wade, terapeuta e investigador enfocado en problemas de violencia, en conversación con la BBC señaló hace un tiempo que “Kristin es una de las mujeres más famosas y menos comprendidas de la psicología”.

“Para mí, fue una manera de desestimar lo que hizo para resistir, preservar su dignidad y proteger a los otros rehenes”, afirmó Allan Wade, quien agregó en dicha ocasión que “hablaron sobre ella, sin ella, en vez de darle voz para que articulara su propia experiencia”.

La psicóloga Isabel Puga comentó que “ese famoso mito que hay que las mujeres víctimas de violencia sufrirían el síndrome de Estocolmo, en el cual se identifican con el agresor, ha sido bien controversial la referencia, porque en el fondo pone la responsabilidad en la víctima, sobre todo en los estudios de violencia es bien complicado verlo así”.

Agregó que “se olvida esta brecha o tensión que hay, que es una manera que tiene la mente de reaccionar ante un peligro extremo. No es que la víctima genera una lealtad hacia el agresor, o que la víctima genera una complicidad con el agresor, sino que tiene que ver más bien que son las formas de afrontar la violencia, los modos de poder sobrevivir en estas situaciones que generan esta disociación, estos estados de sumisión e incluso a llegar a estar de acuerdo”.

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